EGO ROTO

- ¡Una ayuda para comer, una ayuda para comer! – gritaba aquel hombre mayor extendiendo su mano a cuantas personas hubiesen en el metro, su tono no era de petición, ni de humildad, ni siquiera de prepotencia, era más bien lineal como quien da una información.
Lo vi pasar por mi lado y alejarse entre la filas de vagones continuos del metro de la gran capital.
Aquel hombre despertó en mí una sensación de incomodidad, de tristeza, de compasión, muchas emociones que sería incapaz de descifrar. Muchas veces había estado yo sin una moneda en el bolsillo, y cuantas personas en ese momento estarían en la misma situación ¿qué sentiría aquel hombre por dentro?
 Muchas personas lo miraban con menosprecio, otras con cara de indiferencia, continuaban su conversación como si no hubiesen visto nada. Otras reflejaban en el rostro no solamente el menosprecio sino la indignación de que fueran capaces de pedir.
Cuando recién llegué a España escuché a muchas personas bien acomodadas, que ganaban en ese entonces mucho dinero decir cuando veían pasar a jóvenes pedir: “está pidiendo, en vez de ir a vender la Farola”  aquel periódico pequeño que se vendía y que desconozco si salió de circulación. La frase venía acompañada de ironía, de prepotencia, de quien juzga porque asegura conocer la vida de la persona que pide.
Aunque no muchos han estado al borde de pedir para comer, sí que muchos hemos estado en situación crítica de tener que pedir dinero prestado y estar al borde de la desesperación, aún teniendo contactos, aún teniendo amigos y familia.
¿Qué lleva a una persona a pedir en un momento determinado de su vida en la calle,  más que la desesperación de no tener?
Ese momento en que, a solas en su casa decide salir y dice: “no puedo más,  tengo que salir a pedir” ese momento en que rompe sus valores, sus principios, su orgullo, su amor propio.
Es un momento en que el EGO queda roto en mil pedazos, para dar paso a la humildad de rendirte y decir “no puedo más, necesito pedir, no tengo otra alternativa”.
Dinero, comida, ayuda. Lo que sea. Nadie quiere pedir, los seres humanos queremos todos valernos por nosotros mismos, ser fuertes, capaces, pero hay oportunidades en que simplemente “no puedes”.
Por ello,  si vez a una persona pedir en la calle, no la mires con menosprecio, no la ignores, quizás sea un reflejo de ti mismo en un momento determinado de tu vida en una situación distinta. Porque, no te hace mejor persona pedir un préstamo de  10.000 euros,  que pedir unas monedas en el metro, estas pidiendo porque lo necesitas. 
A veces somos mendigos de amor, de afecto, de atención, de trabajo...
Cuando veas una persona pedir, no digo que le des a todos los que piden, te arruinarías en el momento. Pero si  cuando te salga del alma,  con compasión,  con amor.
Y si un familiar te pide prestado, es porque necesita, porque no tiene. Piensa que para esa persona, el pedir,  es romper sus principios y sus valores, es reconocer que no tiene, y eso amigo mío, es algo que duele en cualquier ser humano.
Ahora bien, también es verdad que existen personas que piden por vicio, pero seguro que a esos los reconoces.
No te atrevas a juzgar a los que piden en la calle, nunca sabes el calvario que llevan dentro, no te hace mejor persona tener, y mirarlos por encima del hombro.
La compasión no se compra y quizás esos pocos céntimos sirvan para completar 2 euros y poder comprar un paquete de espaguetis, una barra de pan y huevos...  ¡Gran comida para los que no tienen!
¡Gracias a todos aquellos que me han ayudado en algún momento de mi vida con una sonrisa!
¡Gracias por los que me ayudaron aun cuando su cara era de desaprobación, me hicieron más fuerte rompiendo mi Ego!
El Universo te regresa todo aquello que das, con alegría y triplicado. 
Recuerda que no es solamente dinero lo que puedes dar, es alegría, una palabra de aliento, un apoyo, un te quiero, un beso, un abrazo…la compasión misma en su mayor expresión.
©Cjrt

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